Este blog, dedicado al comentario y la crítica de libros, quiere ser tanto un pequeño aporte en el desarrollo de la afición a la lectura como una especie de foro en el que las visitas intercambien opiniones entre sí y con el blogger acerca de las obras expuestas.

martes, 19 de abril de 2016

Plegarias atendidas, de Truman Capote


Plegarias atendidas
Trad: Ángel Luis Hernández
Editorial Anagrama
Barcelona, 2001

En esta su última e inacabada novela, Truman Capote se despacha a gusto con toda la alta sociedad de su entorno. No deja títere con cabeza. Más o menos ocultos tras nombres ficticios, a veces sin ocultarlos, desnuda, pone en evidencia, machaca a ricos, aristócratas, famosos de la pantalla, escritores, cuyos trapos sucios (siempre según Capote, claro) van desfilando ante la atención morbosa del lector. Montgomery Clift es un chupapollas (en el sentido exacto del término), los Kennedy son “como perros”; a Niarchos, que lleva encima “bastante coñac como para conservar en alcohol a un rinoceronte”, lo que le hace feliz es matar. Y, así, van adornando con sus miserias morales y sus caricaturas, a veces crueles, las líneas del relato  Jerry Salinger, Samuel Beckett, Greta Garbo, Sartre, Warhol, Walter Mathau, Tennessee Williams, Gore Vidal, Albert Camus, Peggy Guggenheim y muchos más. De manera que la narración parece el trabajo de un paparazzi literario que, en vez de con su cámara, enfoca y exhibe con sus palabras las partes más innobles de las víctimas destinadas a ser servidas, trufadas de sexo y escándalo, como si de un programa televisivo de los llamados “del corazón” se tratase.
Por lo demás, la novela no reviste mayor interés. Las peripecias del personaje narrador, pícaro amoral, salpicadas aquí y allá de un dudoso humor, no dejan de ser un pretexto, unos anaqueles, un álbum donde colocar los cadáveres despellejados de sus conocidos y amigos que, en cuanto leyeron los capítulos que se publicaron en la revista Esquire, le dieron la espalda al escritor. Según la opinión del que era su editor, Joseph M. Fox, este desastre fue la causa de que Capote abandonase la redacción de esta obra, extremo que el escritor siempre negó. En cuanto a las razones para que llevase a cabo semejante escabechina en la llamada jet-set, existen distintas teorías que, dado que cualquiera de ellas es perfectamente posible, seguramente seguirán siendo siempre eso, teorías: desde la casi psicoanalítica que la interpreta como una llamada de atención que roza lo histérico, un grito de socorro por miedo al abandono que ya, al parecer, sufrió de niño hasta la que la interpreta como una venganza, un ajuste de cuentas, con la sociedad de ricos que lo rodeaba. Es posible que se trate de una de esas cosas o de todas. También es cierto que el mismo autor no sale muy bien parado en el autorretrato que traza en la figura del narrador, su alter ego, personaje  con parámetros éticos en cualquier caso discutibles.
Si, dejando al margen todas estas circunstancias, nos centramos en el texto, está claro que no nos encontramos ante una gran novela ni, aún teniendo en cuenta que se trata de un proyecto incompleto, ni siquiera ante el esbozo de una gran novela. La narración, muy bien escrita (sin duda), no va más allá de ser un conjunto de anécdotas que gustará, seguro, a los amantes del cotilleo. Y, como mucho, es una curiosidad interesante para los admiradores del genial autor de “A sangre fría”.

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