Leviatán
Trad: Maribel de Juan
Editorial Anagrama
Barcelona, 2001
Un espacio-tiempo cotidiano, que
podría llegar a ser anodino de otra forma, deviene delirante en función del
orden y la interrelación entre sus elementos. Y es que hasta lo más alucinante
no consiste sino en una reordenación de lo que, a fuerza de ser percibido deja
de sorprendernos. Así es desde los más antiguos mitos. ¿Qué es el unicornio
sino un vulgar caballo con un cuerno en la frente? Si le ponemos alas, será
Pegaso. Ese es uno de los ingredientes mágicos que se utilizan en las artes, en
la literatura entre otras, ya sean de tipo fantástico o no. Pues no se trata sino
de activar la percepción poética (o estética) en el receptor. Esta técnica no
es ajena al enganche del lector en esta novela de Auster, junto a la habilidad
para mantener la tensión del suspense. Con estos mimbres y dejándose guiar por
una concatenación de acontecimientos que no dejan de recordarnos, con sus
consecuencias, a la Teoría del Caos, se lleva a cabo, más en profundidad aunque
disfrazado de ameno thriller, un (discutible o no) análisis de la
realidad, las relaciones humanas y el conflicto existencial.
El relato consigue, sin duda y a
pesar de algunas partes en las que puede resultar un tanto farragoso,
entretenernos y atraparnos. Además de, ya queda dicho, por su generosa dosis de
intriga, por el magistral dominio de la trama y sus otros elementos y, muy
especialmente, por la riqueza de matices y el carácter insólito y complejo de
los personajes, ajenos a los valores convencionales.
El argumento central no es, en
principio, nada enrevesado. Son sus sucesivas ramificaciones las que nos van
conduciendo por una selva de contrastes, coincidencias que parecen mágicas,
aparentes sinsentidos… hasta depositarnos en un final que, en honor a la
verdad, resulta flojo a tenor de la traca final que durante todo el desarrollo
se viene insinuando de forma implícita.
El comienzo de la narración nos
informa, en un tono de gacetilla, de la muerte de un hombre que se produce
mientras, según todos los indicios, manipulaba una bomba. Otro hombre,
escritor, identifica, por datos que deduce de lo que lee en el periódico y de
lo que sabe, a la víctima. Se trata de un amigo suyo desaparecido. Consciente de
que los medios oficiales darán una versión distorsionada de los hechos, decide
escribirlo antes de que la policía llegue a conclusiones y a verdades que no lo
son.
Paul Auster juega, a través de
diferentes guiños, a hacer creer al lector que está leyendo una novela de fondo
autobiográfico. ¿O no es un juego y verdaderamente detrás de toda la historia
está la vida del autor? Sea como sea, no es el único elemento lúdico del texto,
empapado de este componente; lo que, teniendo en cuenta su dimensión trágica,
puede acabar produciéndonos la impresión de quien recibe el regalo más macabro
que se nos pueda ocurrir envuelto en un alegre papel de colores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta aquí. Expón tu parecer sobre la entrada.