Este blog, dedicado al comentario y la crítica de libros, quiere ser tanto un pequeño aporte en el desarrollo de la afición a la lectura como una especie de foro en el que las visitas intercambien opiniones entre sí y con el blogger acerca de las obras expuestas.

sábado, 11 de enero de 2014

La salamandra, de Morris West


La salamandra
Trad: Sebastán Martínez y Luis Vigil
Editorial Pomaire
Barcelona, 1973

El coronel del SID (Servizio Informazione Difensa), Dante Alighieri Matucci, se encarga de investigar las circunstancias que rodean la muerte del general Massimo Pantaleone. A partir de este inicio, típico del género policíaco clásico, el autor desarrolla precisamente eso, una novela policíaca con todos sus elementos, búsquedas, deducciones, acción, muy entretenida y bien tramada y escrita. Pero no es solamente eso. Es también novela de aventuras, historia de amor nada convencional y drama humano con personajes cuyos componentes están cuidadosamente equilibrados para dotarlos de relieve. En ellos se mezclan la generosidad, el valor o la amistad con adecuadas dosis de cinismo o desconfianza a veces. Los “malos” pueden tener rasgos de una cierta humanidad sin dejar de ser los “malos”. Lo que da verosimilitud a la narración. Pero, más allá de todo esto, se trata de una reflexión sobre las tramas de corrupción en las que están inmersos los poderes políticos y económicos. Es en este último aspecto en el que carga las tintas Morris West, realizando una denuncia enmascarada en la ficción que, si era válida en aquellos años setenta del siglo veinte, sigue siendo hoy día de absoluta actualidad. Ya la cita de Bertold Brecht que figura al comienzo indica la intención del mensaje que la narración conlleva: “Si aprendiéramos a mirar en vez de papar moscas, / veríamos el horror en el corazón de la farsa; / si simplemente actuáramos en lugar de hablar tanto, / no acabaríamos, una y otra vez, yendo de culo. / ¡Hombres no celebréis todavía la derrota / de lo que nos dominaba hace poco! / Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo, / la perra que lo parió está otra vez en celo”. Y también es “La salamandra”, por supuesto, magnífica literatura en su más estricto sentido textual. Especialmente brillante en este aspecto es el capítulo de cinco páginas que inicia el LIBRO III, capítulo que logra transmitir vívidamente al lector la sensación mortal de angustia y terror por la que está pasando el protagonista: “Me desperté, o soñé que me despertaba, en una absoluta oscuridad y silencio. Estaba, o soñaba que estaba, flotando en un espacio indeterminado de un continuo sin tiempo. No estaba triste; no estaba contento; no me dolía nada; simplemente, estaba. Al principio aquello era bastante: el flotar, el soñar y el simple ser. Luego comencé a sentirme intranquilo, al principio, levemente, luego de forma más y más aguda. Faltaba algo. No lo podía definir mejor. No podía definir nada. Mi mente era un remolino de niebla. Estaba tanteando, sin manos, en la nada…”

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