La salamandra
Trad: Sebastán Martínez y Luis Vigil
Editorial Pomaire
Barcelona, 1973
El coronel del SID (Servizio
Informazione Difensa), Dante Alighieri Matucci, se encarga de investigar las
circunstancias que rodean la muerte del general Massimo Pantaleone. A partir de
este inicio, típico del género policíaco clásico, el autor desarrolla
precisamente eso, una novela policíaca con todos sus elementos, búsquedas,
deducciones, acción, muy entretenida y bien tramada y escrita. Pero no es
solamente eso. Es también novela de aventuras, historia de amor nada
convencional y drama humano con personajes cuyos componentes están
cuidadosamente equilibrados para dotarlos de relieve. En ellos se mezclan la
generosidad, el valor o la amistad con adecuadas dosis de cinismo o
desconfianza a veces. Los “malos” pueden tener rasgos de una cierta humanidad
sin dejar de ser los “malos”. Lo que da verosimilitud a la narración. Pero, más
allá de todo esto, se trata de una reflexión sobre las tramas de corrupción en
las que están inmersos los poderes políticos y económicos. Es en este último
aspecto en el que carga las tintas Morris West, realizando una denuncia
enmascarada en la ficción que, si era válida en aquellos años setenta del siglo veinte, sigue
siendo hoy día de absoluta actualidad. Ya la cita de Bertold Brecht que figura
al comienzo indica la intención del mensaje que la narración conlleva: “Si aprendiéramos a mirar en vez de papar
moscas, / veríamos el horror en el corazón de la farsa; / si simplemente actuáramos
en lugar de hablar tanto, / no acabaríamos, una y otra vez, yendo de culo. / ¡Hombres
no celebréis todavía la derrota / de lo que nos dominaba hace poco! / Aunque el
mundo se alzó y detuvo al bastardo, / la perra que lo parió está otra vez en
celo”. Y también es “La salamandra”, por supuesto, magnífica literatura en
su más estricto sentido textual. Especialmente brillante en este aspecto es el
capítulo de cinco páginas que inicia el LIBRO III, capítulo que logra
transmitir vívidamente al lector la sensación mortal de angustia y terror por
la que está pasando el protagonista: “Me
desperté, o soñé que me despertaba, en una absoluta oscuridad y silencio.
Estaba, o soñaba que estaba, flotando en un espacio indeterminado de un
continuo sin tiempo. No estaba triste;
no estaba contento; no me dolía nada; simplemente, estaba. Al principio aquello
era bastante: el flotar, el soñar y el simple ser. Luego comencé a sentirme
intranquilo, al principio, levemente, luego de forma más y más aguda. Faltaba
algo. No lo podía definir mejor. No podía definir nada. Mi mente era un remolino
de niebla. Estaba tanteando, sin manos, en la nada…”
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