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miércoles, 21 de mayo de 2014

El extranjero, de Albert Camus


El extranjero
Trad: José Ángel Valente
Alianza Editorial
Madrid, 2001

Esta novela, la más famosa del Premio Nobel Albert Camus junto a “La peste”, expone el existencialismo pesimista del que es reflejo la obra del autor. El relato se divide en dos partes. La primera está dedicada prácticamente a describir y analizar al protagonista narrador, Meursault, y sus relaciones con el mundo y con los otros. A lo largo de las páginas vamos contemplando a un hombre que no sabemos si calificar como depresivo, falto de empatía, tal vez con rasgos psicopáticos, alexitímico o simplemente lúcido a su manera. Ante la muerte de su madre su reacción es, a todas luces, fría, al menos aparentemente. Inicia una relación con una chica, Marie, que quiere casarse con él, a la que responde, en tono indiferente, que sí, que si ella lo desea se casan, pero que él no la quiere. Entabla amistad con un desaprensivo, Raymond, maltratador de mujeres, ayudándolo incluso a escribir una carta para que este se vengue de su pareja. Pero todo parece hacerlo en medio de una ausencia total de emociones, de sentimientos. Todo parece darle igual. Este primer tramo culmina con el asesinato de un árabe llevado a cabo por Meursault. Camus, con su habilidad narrativa, se cuida mucho de adoptar una posición maniquea. ¿Es Meursault malo? ¿O sencillamente un ser humano víctima del fatalismo y de un mundo absurdo? Poco antes de cometer el crimen, el protagonista va caminando por una playa argelina, el sudor empapa su rostro, está aturdido, el árabe al que mata ha sacado un cuchillo y lo amenaza. ¿Se trata de un caso de defensa propia? No queda claro.
La segunda parte se dedica al encarcelamiento, juicio, sentencia (que resulta ser pena de muerte)  y espera del protagonista a la respuesta de su petición de indulto. El juicio, magistralmente narrado, simula visos de una seriedad que solapa una absoluta pantomima, caricatura y crítica de la aplicación de la ley y la justicia. Por poner un ejemplo, el fiscal basa gran parte de la acusación en el hecho, fundado en las apariencias, de que Meursault no ha sentido la muerte de su madre porque no ha llorado durante el sepelio y se tomó un café con leche y fumó en el velatorio. No podemos evitar percibir resonancias kafkianas en este episodio del proceso.
En el último capítulo del libro, el protagonista se sume en una espiral de reflexiones encontradas, esperanzas, miedos, búsqueda de sentido a lo que ocurre, que conforman un pequeño compendio de la problemática existencialista y que culmina en un ataque de ira del ateo Meursault contra el cura que va a su celda a darle consuelo espiritual. Todo un alarde de rabia contra una vida absurda. Tras esa tormenta, y para acabar el relato, el personaje se sume en una, al menos aparente, calma y en la aceptación. Con un pequeño contrapunto estremecedor en el párrafo final: “Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi ejecución la presencia de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio”.
Si bien la maestría narrativa demostrada por Albert Camus en esta novela queda fuera de toda duda, el juicio de las ideas vertidas en ella dependerá mucho de las creencias del lector y de su postura ante la existencia.
En cuanto al título, “El extranjero”, es obvio que hace alusión a la condición del protagonista y, por extensión, del ser humano en un mundo que no parece ser el suyo.  

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