Este blog, dedicado al comentario y la crítica de libros, quiere ser tanto un pequeño aporte en el desarrollo de la afición a la lectura como una especie de foro en el que las visitas intercambien opiniones entre sí y con el blogger acerca de las obras expuestas.

martes, 7 de junio de 2016

Fantasmas, de Paul Auster


Fantasmas
Trad: Maribel De Juan
Editorial Anagrama
Barcelona, 1997

Como en las otras dos novelas que conforman, con ésta, la “Trilogía de Nueva York”, “La habitación cerrada” y “Ciudad de cristal”, Paul Auster aborda en “Fantasmas” el tema de la identidad. En esta ocasión, de una manera especular que hace previsibles los acontecimientos casi desde el principio. Esto, curiosamente, no le resta interés a la narración sino que, paradójicamente, impele al lector a seguir leyendo en busca de la clave que confirme o refute sus sospechas. Aunque el relato resulte un tanto plano, el dominio del oficio permite al autor salir airoso de su cometido. No es fácil captar la atención del lector con una pieza sin principio ni final. Prácticamente, no sabemos nada del origen de la trama ni de los personajes ni la historia acaba de resolver el enigma. Es decir, ni tiene un comienzo propiamente dicho, ni un nudo ni un desenlace. No es lineal. Tampoco  arranca “in medias res” ni “in extremis”. En esta indefinición, ciertamente fantasmal, reside precisamente, creo, su interés, su dificultad y su mérito.
La trama es sencilla. Toda la complejidad deriva del juego de espejos confrontados que va desarrollando el texto. Blanco encarga a Azul, detective discípulo de Castaño, que vigile a Negro (no se sabe ni se sabrá para qué), para lo que le facilita un apartamento frente al de éste, y que le envíe periódicamente informes escritos de todo lo que observe. Ya está. El germen de lo que, a partir de esa situación, va a ocurrir, se sugiere en un párrafo casi al comienzo. Azul vigila a Negro. “De vez en cuando Negro hace una pausa en su trabajo y mira por la ventana. En un momento dado Azul cree que le está mirando directamente a él y se retira”. En lo que se refiere a los nombres de los personajes, todos de colores excepto cuando son ficciones dentro de la ficción, al margen de que los apellidos con nombres de color son muy comunes en la lengua inglesa, el asunto tiene, sin duda, su vertiente simbólica que enriquece y matiza la lectura, toda vez que, por ejemplo y según Schneider citado por Cirlot, “El azul, entre el blanco y el negro (día y noche) indica un equilibrio…”. Pero, por otra parte, el azul se asimila al negro, se identifican. Etcétera.

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