El extranjero
Trad: José Ángel Valente
Alianza Editorial
Madrid, 2001
Esta novela, la más famosa del Premio Nobel Albert Camus junto a “La
peste”, expone el existencialismo pesimista del que es reflejo la obra del
autor. El relato se divide en dos partes. La primera está dedicada
prácticamente a describir y analizar al protagonista narrador, Meursault, y sus
relaciones con el mundo y con los otros. A lo largo de las páginas vamos contemplando
a un hombre que no sabemos si calificar como depresivo, falto de empatía, tal
vez con rasgos psicopáticos, alexitímico o simplemente lúcido a su manera. Ante
la muerte de su madre su reacción es, a todas luces, fría, al menos
aparentemente. Inicia una relación con una chica, Marie, que quiere casarse con
él, a la que responde, en tono indiferente, que sí, que si ella lo desea se
casan, pero que él no la quiere. Entabla amistad con un desaprensivo, Raymond,
maltratador de mujeres, ayudándolo incluso a escribir una carta para que este
se vengue de su pareja. Pero todo parece hacerlo en medio de una ausencia total
de emociones, de sentimientos. Todo parece darle igual. Este primer tramo
culmina con el asesinato de un árabe llevado a cabo por Meursault. Camus, con
su habilidad narrativa, se cuida mucho de adoptar una posición maniquea. ¿Es Meursault
malo? ¿O sencillamente un ser humano víctima del fatalismo y de un mundo
absurdo? Poco antes de cometer el crimen, el protagonista va caminando por una
playa argelina, el sudor empapa su rostro, está aturdido, el árabe al que mata
ha sacado un cuchillo y lo amenaza. ¿Se trata de un caso de defensa propia? No
queda claro.
La segunda parte se dedica al encarcelamiento, juicio, sentencia
(que resulta ser pena de muerte) y espera
del protagonista a la respuesta de su petición de indulto. El juicio,
magistralmente narrado, simula visos de una seriedad que solapa una absoluta
pantomima, caricatura y crítica de la aplicación de la ley y la justicia. Por
poner un ejemplo, el fiscal basa gran parte de la acusación en el hecho,
fundado en las apariencias, de que Meursault no ha sentido la muerte de su
madre porque no ha llorado durante el sepelio y se tomó un café con leche y fumó
en el velatorio. No podemos evitar percibir resonancias kafkianas en este
episodio del proceso.
En el último capítulo del libro, el protagonista se sume en una
espiral de reflexiones encontradas, esperanzas, miedos, búsqueda de sentido a
lo que ocurre, que conforman un pequeño compendio de la problemática
existencialista y que culmina en un ataque de ira del ateo Meursault contra el
cura que va a su celda a darle consuelo espiritual. Todo un alarde de rabia contra
una vida absurda. Tras esa tormenta, y para acabar el relato, el personaje se
sume en una, al menos aparente, calma y en la aceptación. Con un pequeño
contrapunto estremecedor en el párrafo final: “Para que todo sea consumado,
para que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi
ejecución la presencia de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio”.
Si bien la maestría narrativa demostrada por Albert Camus en esta
novela queda fuera de toda duda, el juicio de las ideas vertidas en ella
dependerá mucho de las creencias del lector y de su postura ante la existencia.
En cuanto al título, “El extranjero”, es obvio que hace alusión a
la condición del protagonista y, por extensión, del ser humano en un mundo que
no parece ser el suyo.