El cráneo de Balboa
AmazonEncore
Luxembourg,
2017
"El craneo de Balboa", interesante e intensa novela de aventuras que atrapa la atención del lector desde el principio al final, incluye todos los elementos que el género exige, acción, intriga, persecuciones, historias de amor, elementos exóticos y mágicos, todos ellos enhebrados en una prosa que conjuga equilibradamente las vertientes poética y narrativa.
Las magníficas descripciones ambientales, ya del Madrid de principios del siglo XX como de la vida en los barcos de pasajeros de entonces, ya de la selva panameña y la construcción del canal como del transcurrir cotidiano de los indígenas y de sus costumbres y creencias o de la atmósfera de las ciudades selváticas con sus tugurios y también locales y hoteles de lujo, revelan una minuciosa documentación y permiten al autor trasladarnos a los espacios que la trama requiere.
En esta última no entraré mucho para no incurrir en lo que hoy, usando, como está de moda, un anglicismo, han dado en llamar spoiler; es decir, desvelamiento del desenlace. Pero sí diré que este último no está exento de sorpresas, tras un desarrollo que podría enmarcarse dentro de la tradicional estructura del relato de Propp, que el formalista ruso aplicase a los cuentos de hadas pero en la que encajan perfectamente desde la Odisea a la mayoría de las grandes obras narrativas de la historia. Un estado inicial de felicidad y esperanza, un quebrantamiento de la norma tras el que el agonista tiene que partir para buscar el remedio a las consecuencias; viajes, pruebas, socorros, todo ello actuado por un héroe rodeado de agresores, auxiliares, antagonistas, donantes…
Un aspecto a destacar especialmente en la novela de Rafael Rodríguez Costa, como ya he hecho notar, es la ambientación. Cuando Leonardo Prado Sandoval pasea por el Madrid de principios del siglo veinte, el lector se ve inmerso casi sin darse cuenta en aquella ciudad del rey Alfonso XIII y el anarquista Mateo Morral, en las fastuosas fiestas de la llamada buena sociedad y en las multitudes populares que se agolpaban a sus puertas para admirarlas. Cuando Raimundo Delgado luche dentro de la selva panameña por conservar su vida y, a veces, salvar la de otros, el que lee estará entre lianas y nubes de mosquitos portadores de la malaria, inmerso en una sinfonía de monos aulladores y gritos de pájaros exóticos, perdido en intrincados laberintos, atormentado por el calor insoportable y por la lluvia y fascinado por la belleza de la jungla mesoamericana.
Lo racional y lo irracional, lo científico y lo mágico, se mezclan, procurando una imagen verdaderamente realista del mundo, así como de la vida, que se nos muestra en sus distintos contrastes: violencia y amor, heroísmo y traición, éxtasis y fracasos…
Los personajes, trazados con mano experta más a través de sus acciones que de maneras más explícitas, son de una prodigiosa verosimilitud, absolutamente humanos y muy alejados de las exageraciones y estereotipos a los que puede fácilmente resbalarse el autor en narraciones de este tipo. No estamos ante un cuento de buenos y malos. Y, aunque naturalmente, unos despiertan más las simpatías y otros las antipatías del lector, todos tienen, en mayor o menos medida, sus luces y sus sombras. Pero, sobre todo, están bien modelados y adecuados a su contexto, son creíbles. Desde María Eugenia, primer amor del protagonista en la historia y exponente de los primeros feminismos, que ya se manifestaban en la época, pasando por Francisco Pizarro, verdadero Sancho Panza del quijotesco protagonista, tan alejado de este en la escala social y, como el escudero de La Mancha, tan leal, noble y pragmático, hasta los antagonistas, el celoso y avieso Doctor Maverick o el detective Apolonio Garcés, contrapunto humorístico y que roza lo ridículo hasta Ava Hibbard, segundo y verdadero amor de Leonardo (de la que no podemos decir nada más porque destriparíamos la trama, haríamos spoiler, pues. Todos los personajes, en fin, que desfilan ante nosotros a lo largo de la novela: los trabajadores del Canal, la cofradía de los doctores, los indios chocoes y su chamán jaibana, los masones y su ceremonia de iniciación…
Todo ello, perfectamente dibujado y dosificado, da como fruto una aportación invaluable no sólo al género de aventuras sino a las llamadas novelas de iniciación, entre las que constituye un notabilísimo ejemplo.