Ácido sulfúrico
Trad: Sergi Pàmies
Editorial Anagrama
Barcelona, 2007
En este libro, que
quiere ser una crítica feroz a una sociedad inmunizada contra el dolor ajeno, es
patente la influencia de “¿Acaso no matan a los caballos?”, de Horace McCoy,
llevado al cine por Sydney Pollack con el nombre de “Danzad, danzad, malditos”.
De la misma manera en que nosotros contemplamos sin inmutarnos las masacres que
nos transmiten los noticiarios mientras nos zampamos tranquilamente nuestro
bistec, en “Ácido sulfúrico” los espectadores del programa televisivo
“Concentración”, un reality show al
modo de Gran Hermano en plan bestia, disfrutan de las humillaciones y maltratos,
incluyendo penas de muerte, infligidos a los participantes forzosos y elegidos
al azar en redadas callejeras.
Los personajes,
divididos en franjas suficientemente delimitadas, metaforizan la injusticia
social implícita en una diversidad de destinos concebidos para beneficiar a
unos a costa del cruel sacrificio de otros: las víctimas que sufren, los kapos
que ejecutan su labor de verdugos, los organizadores que se lucran y los
espectadores, representantes de la mayoría social, verdaderos culpables, tal y
como denuncia el personaje central, Pannonique, chica angelical e inteligente,
investida de un cierto aura mesiánico, que conduce a todos a la liberación con
la paradójica ayuda de su contratipo, su gemela del lado tenebroso, Zdena,
enamorada de ella y a la que gana para la causa del bien.
La idea, como
apunto al inicio de esta nota, no es nueva. También es la tesis central de la
película de Bertrand Tavernier “La muerte en directo”, basada en la novela “The Unsleeping Eye”, de David G. Compton y,
de una u otra forma, de “Freaks”, de Tod Browning, o “El hombre elefante”, de
David Lynch, por poner algún ejemplo. Todos estos libros y filmes son
acusaciones a la conversión del sufrimiento ajeno en espectáculo y, fundamentalmente,
a la sociedad que permite y, así, alienta este fenómeno y el sistema que hace
posible esa sociedad. Dicho esto, no hay ningún elemento que haga destacar a la
novela de Nothomb sobre los otros relatos citados. La distingue, eso sí, su
contextualización en nuestra época de ridículos programas televisivos, como “Gran
Hermano”, “Supervivientes”, etc, de los que hace una salvaje reducción al
absurdo y a los que utiliza como símiles para señalar a la misma realidad como
espectáculo (vid. Guy Debord), con sus injusticias, hambrunas, epidemias y
guerras. Es, sin duda, una novela testigo de nuestra época. Aunque creo (tal
vez sea una cuestión de gusto personal) que, al incurrir en una excesiva estilización
que la convierte en inopinada caricatura, pierde fuelle y eficacia.
Asqueroso viejo chocho VETE A LA VERGA bastardo
ResponderEliminarCOME mierda viejo chocho, perteneces a una nación de cerdos ladrones mal hablados
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