Este blog, dedicado al comentario y la crítica de libros, quiere ser tanto un pequeño aporte en el desarrollo de la afición a la lectura como una especie de foro en el que las visitas intercambien opiniones entre sí y con el blogger acerca de las obras expuestas.

viernes, 4 de octubre de 2019

Voces de La Vera, de Juan Villa




Voces de la Vera
Editorial Comba
Barcelona 2018

En “Voces de la Vera” Juan Villa se mantiene en el tema característico de prácticamente toda su obra narrativa, Doñana, que constituyendo en novelas como “Crónica de las arenas”, “El año de Malandar” o “Los Almajos” primordialmente el espacio narrativo, aunque este informe al resto del relato, pasa aquí a ser no sólo eso sino también personaje que contiene en su seno a los otros personajes, a Manuel Montero, a Monterito, al Tío Cardales, a  Pepe Menegildo, a Nemesio el Pajarero, a Tórtola Triana, al falangista Amaro Gruñeiro, al terrible Agustín el Rifeño, rey de la playa, a Evaristo y su mujer hindú, a Pedro Rompejierro… quienes, a través de sus historias, van contando la de su lugar. De manera que “Voces de la Vera” no es sólo una colección de relatos, como podría parecer, sino que, engarzados y situados dentro de un mismo tiempo narrativo, cuentan, entre todos, la historia más reciente del espacio en el que se desarrollan.
Si bien, como en toda novela, parte de ella es pura ficción, otra procede de lo que podríamos llamar ya la tradición oral de la Vera, de la narración de sucedidos hecha por los mismos protagonistas o por sus descendientes. Por eso, con todo lo que tiene de legendario, este relato puede considerarse también como una aportación a la historia contemporánea de Doñana, una historia cincelada desde la visión de sus protagonistas y desde su lenguaje, magistralmente recogido por Villa, cuya utilización del léxico (violo, nocle, luneo) y de los modismos y expresiones utilizados en el sitio, contribuye a trasladar al lector al ambiente que describe.
De lectura entretenida, los episodios que nos sumergen en la peculiar geografía y naturaleza del coto, como el inicial, alternan con los que tienen un intenso contenido poético, así “Los gitanos: el equívoco rapto de Tórtola Triana” o “La mujer de Evaristo”, o con los cómicos, “Los visitantes”, que llegan a ser desternillantes (“El NO-DO”) o patéticos, en el sentido exacto de la palabra, como “¡Adios Paloma! El ocaso de Juanelo, celebrado costero de La Vera”. Y, si bien los capítulos que constituyen cronológicamente el final de la novela son los dos últimos, “La camioneta” y “Epílogo”, el final simbólico yo lo situaría en “Los dos gamitos”, como metáfora del hundimiento de un mundo, el mundo del Coto tradicional, el mundo de los Montero, del Tío Cardales, de Pepe Menegildo, que va dando paso a la modernidad representada por los biólogos o el turismo.
Escrita y resuelta con el oficio propio del autor, “Voces de la Vera” es una novela muy recomendable que, sobre procurarnos un rato de goce estético, nos introduce en un grado más de conocimiento de la geografía física, la geografía humana y la cultura del Coto de Doñana.
A resaltar especialmente las magníficas ilustraciones del dibujante y catedrático de Bellas Artes Daniel Bilbao.


domingo, 26 de mayo de 2019

Los ojos deseados, de José Antonio Sáez




Los ojos deseados
Editorial Alhulia
Granada 2019

Poemario en prosa de corte místico, “Los ojos deseados", de José Antonio Sáez, es ya desde el título un homenaje a Juan de la Cruz, lleno de referencias intertextuales de este autor (pero también de Góngora, Miguel Hernández, Teresa de Jesús, el evangelista Juan o el Éxodo…) tejido sobre un fondo de resonancias salomónicas (el Cantar de los Cantares) en el que la voz de la esposa (o el alma) pena por encontrarse con el esposo (o Dios), a quien declara sus amores a lo largo de setenta y seis perlas poéticas.

Pero más allá del homenaje libresco, hace Sáez un ejercicio de sincera humildad, reconociendo la inefabilidad de la experiencia sobrevenida y delegando simbólicamente su expresión en la voz (o voces) que tan bien lo hicieron dentro de nuestra tradición poética, los que, en su momento, también reconocen su impotencia expresiva desde la magnitud y naturaleza de su vivencia y se quedan “balbuciendo, / toda ciencia trascendiendo”. Se trata de la inexcusable y natural renuncia del místico al propio yo, a la que José Antonio Sáez le da esta forma. Así, el lector se ve transportado, en las claves prestadas/exaltadas de Juan de Yepes y de los místicos orientales de los que este, directa o indirectamente, era deudor, por el dolor del alma incomprendida en su amor por Dios, por la oscuridad en la que transita y, al fin, por su “Andar en la certeza, pese a la oscuridad. Avanzar entre tinieblas, paso a paso. No haber dudado, pese a no ver”. Para ello, el poeta se mueve entre símbolos utilizados por Juan de la Cruz y por la mística universal, como pueden ser el lenguaje de los pájaros, el vino, la alta roca o el ciervo vulnerado. Aunque la simbólica central gira en torno al amor de la esposa por el esposo, del alma por Dios y el camino lleno de obstáculos y dolor pero también de alegría e iluminación que esta relación de amor implica.
No sólo, en fin, un valioso aporte más a la poesía sino otro testimonio para aquellos que siguen el camino del espíritu, de innúmeras manifestaciones y de un solo sentido.