Este blog, dedicado al comentario y la crítica de libros, quiere ser tanto un pequeño aporte en el desarrollo de la afición a la lectura como una especie de foro en el que las visitas intercambien opiniones entre sí y con el blogger acerca de las obras expuestas.

jueves, 5 de febrero de 2015

Ciudad de cristal, de Paul Auster


Ciudad de cristal
Trad: Maribel de Juan
Editorial Anagrama
Barcelona, 1985

¿Una novela de detectives? No. Mucho más. El genial Auster juega, como en la última entrega de esta “Trilogía de Nueva York” (esta es la primera), “La habitación cerrada”, que ya comenté, con el concepto de identidad. De él parte y lo utiliza a lo largo de todo el relato. Un escritor al que la vida ha arrebatado cruelmente a su mujer y a su hijo (han muerto) decide dejar de escribir cosas serias y dedicarse a las novelas de misterio, pues lo único que sabe hacer es escribir. Pero bajo un seudónimo. No quiere figurar, no quiere aparecer. Vive una vida solitaria y desordenada, subsistiendo apenas con el dinero que le reportan sus novelas de detectives. Un día, recibe una llamada de teléfono. ¿Equivocada? Eso nunca lo sabrá el lector. Y es uno de los aspectos que me encantan de Auster. Deja sus relatos flotando en el misterio. La narración se desarrolla entre peripecias inesperadas. Hay algún párrafo, como la exposición de las ideas de Stillman (padre), que resulta un poco pesado aunque perfectamente documentado. Sin embargo, hay otros pasajes, como el monólogo de Stillman (hijo), enloquecido,o la descripción del recorrido del personaje central por la ciudad de Nueva York con todos sus personajes marginales y sus implicaciones filosóficas y sociológicas, que son sencillamente geniales. Es preciso leer a Auster. Es uno de los genios de nuestros tiempos, junto a Baricco, por ejemplo. O a Murakami.
La novela es enrevesada pero fácil de leer, como debe serlo toda novela genial. Como El Quijote, por ejemplo. Al que, por cierto, Auster hace una larga alusión en esta “Ciudad de Cristal”.
Los juegos narrativos y literarios son muchos en el texto (por ejemplo, la introducción como personaje del mismo autor, Paul Auster, en la trama. Como en un guiño a lo que solía hacer Hitchcock en sus películas).
No faltan sus habituales elementos metafísicos y ontológicos, que entusiasmarán a algunos y aburrirán a otros.
Tras toda una novela escrita en tercera persona, el punto de vista cambia bruscamente al final a la primera persona. El narrador acaba de regresar de África y remata la historia. Paul Auster, su amigo, el autor, queda al margen y malparado. Un maestro. Sin duda.

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