Alianza
Editorial
Madrid,
1999
Siendo muy joven,
leí “La invención de Morel”, de Adolfo Bioy Casares. Me fascinó. De ella dice
Jorge Luis Borges: “He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he
releído; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”.
Perfecta es. Y el final, alucinante. Poco después, encontré otros libros de
relatos suyos, como “Diario de la guerra del cerdo” o “El héroe de las
mujeres”. Me decepcionaron y abandoné la lectura de este autor. Hace poco,
casualmente (estaba perdido en el Campo de Agramante que constituye mi
biblioteca), apareció un libro de relatos de Bioy, “La trama celeste”. Tal vez
lo compró mi hijo.
Comencé a leerlo
con recelo. No confiaba en ese autor que me entusiasmó con su fábula de una
máquina que creaba sueños capaces de enamorar hasta atrapar y que luego me
frustró con cuentos que me aburrían.
El libro que hoy
comento está integrado por seis narraciones de extensión desigual pero
hilvanadas por el maridaje entre lo que llamamos realidad y lo fantástico.
Digamos, intentando explicarnos mejor, que lo maravilloso se encastra en el
mundo cotidiano, de manera parecida a como ocurre con la narrativa de Borges,
adquiriendo, lo que realza la ficción, unos visos de verosimilitud que hacen que
los cuentos sean más inquietantes. Es cierto que el primero, “En memoria de
Paulina”, culmina con la inesperada aparición de un fantasma. Sería de los más
convencionales. “De los reyes futuros”, el segundo, mantiene la intriga hasta
el final, planteando una situación perfectamente factible con matices, y nos
recuerda (y aterroriza más que aquel) el relato de H.G. Wells, “La
isla del doctor Moreau”. Pero, aunque en este resuenen tanto las teorías de
la evolución darwiniana como los proyectos prometeicos de Frankenstein, los dos
títulos en los que determinadas tesis científicas se hacen más presentes son “La
trama celeste” (que da título al volumen) y “El otro laberinto”. En ambos, el
telón de fondo lo constituyen muy discutidas y controvertidas conclusiones de
la Física Cuántica. En el primero, la teoría de los infinitos mundos paralelos
en el que cada uno de nosotros llevaría una existencia con variables. Es, desde
el punto de vista literario, el mejor, a mi juicio: de texto hermosamente
trabado y amena lectura, nos lleva de sorpresa en sorpresa. “El otro laberinto”,
que se centra en el tema (también cuántico) de la simultaneidad del tiempo (es
decir, su inexistencia), es eso: un farragoso laberinto fatigoso de descifrar,
al igual que el último, “El perjurio de la nieve”.
No se trata de un
libro redondo, por lo tanto. Pero sus numerosos aciertos hacen aconsejable su
lectura.